Santuario del Cristo de la Vida
En el pueblo de menor número de habitantes de la provincia de Albacete (Villa de Ves) se encuentra uno de los pocos santuarios españoles dedicados de forma particular a Cristo, y no como es más frecuente a su Inmaculada Madre, la Virgen María, bajo sus múltiples y ricas advocaciones.
La población de Villa de Ves se encuentra en el extremo
nororiental de la provincia de Albacete, a 69 kilómetros de la capital
provincial, y en tierras conocidas hoy con el nombre de La Manchuela. Es esta
una comarca delineada por el abrazo de los ríos Júcar y Cabriel, entre los
cuales se ubica la llanura manchega. De esta manera, La Manchuela comprende la
citada llanura, el Valle del Cabriel y la Hoz del Júcar.
En los llanos se localizan Villa de Ves y los pueblos
vecinos, Casas de Ves y Balsa de Ves. Sin embargo, la Villa se encuentra, más
que ningún otro municipio inmediato, a las puertas de los agrestes barrancos
que ha ido modulando a lo largo del tiempo el cauce del Júcar, más estrecho en
este tramo, y asilo de espectaculares cañones naturales en gran medida
vírgenes.
Villa de Ves, situada actualmente en el llano, se encontraba
en origen en lo que hoy es conocido como el Barrio del Santuario, una
agrupación de casas, casi en su totalidad deshabitadas en nuestros días,
enclavado muy próximo al río y sobre el actual embalse del Molinar. En este
emplazamiento singular se halla el Santuario del Santo Cristo de la Vida.
Ermita que se remonta al parecer a principios del siglo XVI.
El Santuario del Santísimo Cristo de la Vida no se encuentra
en el actual municipio de Villa de Ves, sino más abajo, en la primitiva
población, en lo que hoy es el Barrio del Santuario. En este despoblado —que
hoy está siendo recuperado lentamente por gentes apegadas a sus raíces—, además
de las deterioradas murallas árabes, se alza un templo del siglo XVI, hoy
ermita del Santo Cristo de la Vida, y antes Iglesia parroquial de Nuestra
Señora de la Asunción. Templo dedicado al Santísimo Cristo de la Vida, en cuyo
interior se conserva una imagen venerada tiempo ha, es de interés artístico
excepcional, además de un espacio situado en un entorno de gran belleza
paisajística, un epicentro de fervor popular y, por ello mismo, un pequeño
tesoro de nuestro patrimonio sagrado.
El santuario se sitúa sobre un peñón partido en dos de
complicado acceso. A un lado, viejos lienzos árabes derribados, testimonio de
una antigua fortaleza. Entre sus muros caídos vemos hoy los restos de un
olvidado cementerio. Al otro lado, la explanada y el santuario. En esta terraza
se localiza la ermita, una cueva donde se encienden velas cada 14 de
septiembre, y dos recientes construcciones.
El marco natural, por otra parte, imprime su sello
particular en el alma de cada visitante. La silueta del santuario se recorta
sobre un fondo cubierto de pinos y muelas que se extienden hasta donde alcanza
el horizonte. En el profundo abismo la mansedumbre del río alivia la abrupta
estampa del paisaje, muriendo aparentemente en el lago, que refleja destellos
dorados y hechiza un ambiente cargado de milagros cuya fuente auténtica es el
venerado Cristo que se hospeda en el santuario.
A finales del siglo XIX, Joaquín Roa y Erostarbe, cronista
de la provincia de Albacete, ajeno todavía al proyecto hidráulico de El Molinar,
describió el entorno del santuario con exquisita emoción y delicada prosa:
Pero lo que más llama
la atención al viajero es el bello panorama, digno de la fotografía, que allí
inmediato forman las ásperas quebradas del rio y que, como flexible cinta de plata,
serpea por profundísimos valles, despeñándose en rumorosas cascadas por entre
altos tajos verticales, coronadas en su mayor parte de una vegetación tan
selvática que transporta los sentidos a las más bellas comarcas de la
renombrada Suiza.
El aspecto exterior del templo es recio. Imponente.
Transmitiendo, sobre la planicie del pequeño cerro en la que está enclavado, la
solidez y la firmeza de un gigante. Pero sin resultar, por influjo del paisaje,
un edificio pesado. A pesar de ello sus muros son macizos, ya que tienen que
contrarrestar una serie de bóvedas góticas que ejercen de cubierta y transmiten
su peso a éstos. Una sencilla torre a los pies del templo cumple también la
función de neutralizar los empujes que soporta la nave central.
Fuente:
Fragmento del libro La ermita al
borde del abismo: Investigación sobre el Santuario del Santo Cristo de la Vida
de Villa de Ves (Albacete) de Luis Segura. (Ver en Amazon)
0 comentarios:
Publicar un comentario